Bienvenidos a la edición cibernética de la Revista Ekuóreo, pionera de la difusión del minicuento en Colombia y Latinoamérica.
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domingo, 22 de abril de 2018

208. Objetos imposibles III


El gorro de Clementis
   Milan Kundera

   En febrero de 1948, el líder comunista Klement Gottwald salió al balcón de un palacio barroco de Praga para dirigirse a los cientos de miles de ciudadanos que llenaban la plaza de la Ciudad Vieja. Aquél fue un momento crucial en la historia de Bohemia. Un momento fatídico.
   Gottwald estaba rodeado por sus camaradas y justo a su lado estaba Clementis. La nieve revoloteaba, hacía frío y Gottwald tenía la cabeza descubierta. Clementis, siempre tan atento, se quitó su gorro de pieles y se lo colocó en la cabeza a Gottwald.
   El departamento de propaganda difundió en cientos de miles de ejemplares la fotografía del balcón desde el que Gottwald, con el gorro en la cabeza y los camaradas a su lado, habla al pueblo. En ese balcón comenzó la historia de la Bohemia comunista. Hasta el último niño conocía aquella fotografía por haberla visto en los carteles de propaganda, en los manuales escolares o en los museos.
   Cuatro años más tarde a Clementis lo acusaron de traición y lo colgaron. El departamento de propaganda lo borró inmediatamente de la Historia y, por supuesto, de todas las fotografías. Desde entonces Gottwald está solo en el balcón. En el sitio en que estaba Clementis aparece solo la pared vacía del palacio. Lo único que quedó de Clementis fue el gorro en la cabeza de Gottwald.
(El libro de la risa y el olvido)


Bicicleta
   Ulises Paniagua 

   Notimex, 15 de mayo del 2017

   Esta mañana, en el Hospital General y con éxito alentador, se llevó a cabo el primer trasplante de bicicleta en un ser humano. El paciente en cuestión, Maxi Ernst (famoso por componer relojes de pulsera), accedió a la entrevista después de una extenuante operación que tomó más de ocho horas. Durante la sesión de preguntas, el paciente no pudo ocultar su júbilo ante el perfecto entendimiento entre manubrio y frenos frontales instalados en su organismo; tampoco dejó de alabar la belleza del grabado en ambas caras de las llantas que conforman la extensión de su cuerpo. El cromado, sin embargo, es para el entrevistado lo más importante, puesto que no comprende –confiesa– como hicieron los doctores para dotar a su piel de un color rojo intenso y pasional. El relojero también agregó que, en cuanto hubiese oportunidad, quisiera dejar la sala de recuperación para dar un paseo por el Parque México, para lucirse ante las bellas modelos argentinas y alemanas que concurren a este espacio. También le encantaría la idea de participar en la próxima exhibición ciclista de Avenida Reforma. Como la operación resultó afortunada, los administrativos del hospital aseguran tener, en lista de espera, entre doscientos y trescientos pacientes, ansiosos por someterse al implante. El costo de la operación oscila entre l mil y los dos de acuerdo al tipo de cambio.


El agua
   Luis Vidales

   Dicen las gentes, tontas, que el agua toma la forma del objeto que la contiene. ¡Ay! Pero no saben ellas que el agua trabaja-trabaja. Y si los vasos no se rompieran —si los vasos duraran siglos— se verían en sus formas las transformaciones que les ha hecho el agua.
(Suenan timbres)


El remo en la pared de un bar
   Nohora Carbonell Muñoz

   El remo en la pared de un bar extraña al agua, la sinuosa humedad que lamía sus hendiduras, el chasquido abierto bajo su golpe, la curvatura del río sobre el cauce de arena.
   Una bella mujer atraviesa entre las mesas y la levedad de su sombra toca el remo. En su abandono, el exiliado despierta a humanas fantasías.
(Premiado en el concurso “La poesía de los objetos”. Casa de poesía Silva, Bogotá, 2012)


Los discos de Dropa - 12.000 AEC

Las flores

   Martín Kohan

   Las flores son de plástico. Se han doblado de una manera impropia, hasta perder por completo cualquier posible semejanza con las flores que son de verdad. Alguien intenta devolverles aquella forma que alguna vez tuvieron, pero le resulta imposible: como si pudiesen tener, tal como tienen las personas, memoria o preferencia, esos hilos de plástico vuelven a torcerse hasta recuperar el aspecto lastimoso del principio.
(Ciencias morales)


La barca
   Jorge Luis Borges

   Es una cosa de madera, está rota. No sabe, nunca lo sabrá, que la premeditaron y trabajaron hombres de la estirpe de Breno, que arrojó su espada de hierro (así lo quiere la leyenda) y dijo las palabras Vae Victis [¡Ay de los vencidos!], que también son de hierro. Habrá tenido centenares de hermanas, que ahora son polvo. No sabe, nunca lo sabrá, que surcó las aguas del Ródano y del Arve y de aquel gran mar de agua dulce que se dilata en el centro de Europa. No sabe, nunca lo sabrá, que ha surcado otro río más antiguo y más incesante que cualquier otro río y que se llama el Tiempo. Los galos la labraron para ese largo viaje un siglo antes de César y fue exhumada al promediar el siglo diecinueve en el cruce de dos calles de la ciudad, y ahora, sin saberlo, se muestra a nuestros ojos y a nuestro asombro en un museo que está no lejos de la Catedral en la que predicó la predestinación Juan Calvino.
(Atlas)


Tablas alfonsinas
   Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano

   Habíanse ido acumulando, con el transcurso del tiempo, grandes errores en las tablas de Ptolomeo y de Albategnio: para corregirlos, concibió el rey de Castilla Alfonso X el proyecto magno de efectuar una reforma completa de sus elementos. Antes de subir al trono, congregó en Toledo a los astrónomos más famosos de su tiempo, cristianos, judíos y moros, Aben-Ragel, Alcabit, Aben-Musio, Mohammed, Abufali, Abuma y otros varios, que sumaron sus esfuerzos para producir las tablas conocidas con el nombre de Alfonsinas; aparecieron en 1252, el 3 de las calendas de junio, el mismo día en que D. Alfonso sucedió a su padre; se cree que de un modo casi exclusivo se deben a la laboriosidad del rabino Isaac Aben Sid, apellidado Hazan, inspector de la sinagoga de Toledo. Pero según los trabajos de los astrónomos eruditos, este rabino no correspondió dignamente a la confianza que en él depositó el rey, haciendo mal uso del dinero que a manos llenas se le facilitó, y de los recursos de todo género que se le proporcionaron, sin que sus tablas valiesen, ni por pienso, los 40.000 ducados que costaban.
   Murió D. Alfonso a los 58 años, después de un reinado bastante desdichado; se cita como suya la frase de que si Dios le hubiese consultado al hacer el mundo, le habría dado algunos buenos consejos.  Es muy posible que D. Alfonso sólo quisiera indicar con esta frase, que no sabemos que sea cierta, la  complicación que encerraba la teoría de los epiciclos, de la cual, sin embargo, era ferviente partidario, puesto que el que quería aconsejar a Dios, no tuvo ni un consejo que dar a los astrónomos, que de su orden trabajan en las Tablas.